viernes, 6 de marzo de 2015

TRIUNFO DE PELICULA

El Gallo se quedó con el clásico del Oeste tras vencer a Almirante Brown 4-3 en una noche apasionante, de película. Pasó de un eufórico romance con goleada a un suspenso con sufrimiento que casi se convierte en drama.

El tiempo se encargará de enmarcar correctamente el triunfazo de Morón ante Almirante. Tal vez no sea inolvidable, pero bien le vendría a Giunta tenerlo a mano, para revisar algunas cosas… Morón arrancó el “derby” con una defensa bien plantada, con Lillo adueñándose de la escena del mediocampo y un andar tranquilo. Pero todas las cámaras se iban con Gerardo Martinez, porque cada vez que entraba en juego, la noche tenía otro ritmo, como si le pusiera color a las escenas bancándose ser el líder, el protagonista de una historia que durante los primeros minutos todavía buscaba un dueño. Enfrente, para intentar desafiar al Gallo, estaban los hermanos Díaz, plantando bandera en mitad de cancha aunque con poca profundidad para llegar a Peratta.

A partir de Gerardo Martinez Morón encontró una identidad, una manera de jugar o de sentir. Y el resto se contagió: el Kily Peralta soltó por el carril izquierdo su experiencia, Altobelli se batía como un toro frente a los centrales rivales y Yassogna se preparaba para dar ese plus que siempre entrega. Entonces Gerardo hizo de las suyas y jugó con Altobelli, que metió una diagonal con recorrido de alfil ahí dónde daño es irreparable y definió ante Centeno para salir de tablas. Y más tarde el Kily Peralta “ponchó” a Otermín –que cuando hay clásicos de por medio nunca se esconde detrás de las cámaras- en el área rival y el devenido lateral gritó el segundo gol. Se fue la primera parte del espectáculo, más estratégica que temperamental, en la que el Gallo fue más profundo o más decidido que Almirante, que andaba más estático, por lo que la chapa tenía relación con lo sucedido en el campo de juego.

En el complemento los de Casanova buscaron tener el rol protagónico pero las riendas del juego seguían en poder de Gerardo, que encendía ilusiones cada vez que intervenía en cualquier sector del terreno que fuere. Y allí apareció Yassogna, cuyo despliegue emocionaba. Y en eso estaba Morón, cuando justamente luego de una pausa “bochinesca”, una sutileza, un matiz, el protagonista de la noche habilitó a Yassogna que ingresando al área de la visita por el sector derecho cruzó un flechazo que se esparció en la red y luego por todas las gargantas del estadio de un Gallo que a esa altura enamoraba con una goleada… Tal vez embelesado por las circunstancias, Morón se distrajo con el ingreso de Pío por Peralta, un movimiento que reubicó algunas piezas en el mediocampo y en vez de fortalecer perjudicó a Lillo, que de ahí en más no se pudo acomodar al nuevo compañero en toda la noche. Almirante tomó nota y por ese sector distraído del local consiguió el descuento, y sonó la primera alarma. No obstante eso, ni Altobelli ni Gerardo estaban para el suspenso y entre ellos pusieron las cosas 4 a 1 y provocaron la expulsión del primer central de  rival. Quién hubiera sospechado que a falta de 15’ para terminar el partido la noche daría ese giro dramático para convertir una película de las que enamoran en una de suspenso? … Evidentemente Blas Giunta no, y decidió que estos dos jugadores se retiraran aplaudidos por todos los espectadores, y Morón perdió el control del juego, esa tranquilidad para manejar el balón. Nanía le dio vértigo al equipo, pero cuando ya no lo necesitaba y sin poder canalizarlo, por lo que los cambios no ayudaron. La cuestión es que Almirante aprovechó esa quietud mental, esa desconcentración inexplicable del local y salió a vender cara su derrota. A falta de 10’ para que se cumpla el tiempo reglamentario se puso 2-4 abajo y cinco minutos más tarde, se puso 3-4,  y la película se transformó en una de suspenso, apasionante, pero con chances de convertirse en un drama para el Gallo.


Es cierto que en ese momento en el que el partido era casi un suplicio para el público local Lemos y Yassogna sacaron la cabeza por el equipo, y Barrios Suárez corría, y Nanía le daba ese vértigo inquieto en ataque pero sin la pausa encantadora de Gerardo Martinez… entonces el Gallo ya no era un equipo, era esa suma inconexa de voluntades individuales que no hacía pie ante el aluvión enceguecido de los hermanos Díaz y compañía. Ya no era aquella película con el protagonista paseándose y deleitando a los espectadores, era otra de suspenso que nadie esperaba ver. Y Morón lo dejó venir, y Almirante fue, pero no pudo.  
Martin Capaccio 

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